domingo, 23 de enero de 2011

Detalles personales del Barcelona 3 - Racing 0




Cero grados. Sí, cero grados celsius en Barcelona, donde hasta hace un par de días el invierno engañaba mintiendo que se había ido, permitiendo al mercurio subir hasta los 16˚ tranquilamente. Ya estaba guardando la frazada extra cuando el viernes el termómetro comenzó a necesitar Prozac. Por suerte, el partido de hoy estaba programado para las ocho, es decir, iba a poder tomar mi tren de vuelta sin tener que correr como loco para llegar al último tren L1 dirección Terrassa.

Cómo no hubiese querido ir al 5-0 contra el Madrid. Pero aceptémoslo, las economías tienen sus distancias y el dinero no lo compra todo. Aquél partido lo ví y viví como ningún otro que recuerde para el que me hayan faltado los 495 euros (sí, 675 dólares) que costaba la entrada de reventa en e-bay. Igual fui a Canaletas y festejé y salté y nos bajamos una de vino y hasta hubo piña que salió en la tele.

En fin. Me subo al metro dirección Zona Universitaria desde Paral-lel, para cambiar en Estación de Sants. El L3 llega ya sobrecargado de hinchas: hombres en grupo, familias, una cantidad de mujeres mayores que se me hace inusual en una cita futbolera, y claro, turistas, reconocibles por la cámara siempre lista, el mapa desplegado en la mano y la cara de fascinación que les produce el estar yendo a ver al mejor equipo del mundo. Comparto su candidez; mi niño interior está dando brincos.

Falta una hora y algo más para el partido. El Metro llega a Sants Estació, yo me bajo, el Metro se va... un momento. El resto de hinchas no se bajó conmigo. Ya me puse nervioso. Deambulo unos segundos en el cruce de dos pasillos, hasta que le pregunto a un hombre que, pan en mano, me ayuda. "Ven, será mejor que te indique", me dice, "te sirve cualquiera de las dos líneas, y tienes tiempo de sobra". Ahora el turista soy yo (nota aparte para la amabilidad catalana: siempre te indican donde ir y se aseguran que llegues).

Finalmente tomo el L5 dirección Cornellà Centre, que llega igual de lleno de hinchas.  A la salida, en Collblanc, no necesito preguntar por dónde ir, sólo sigo a la maraña azulgrana que se baja conmigo, dejando a un par de solitarios pasajeros que al fin podrán sentarse. Subido en esta marea llego a una de las Puertas Sur del Camp Nou, donde, para mi sorpresa, marcan la entrada con una folklórica rotura, nada más. El código de barras recién me sirve en la entrada misma del escenario, donde después de escanearlo me lo devuelven para souvenir. Detalle: no revisan mi mochila.



Lo siguiente es parte de la fascinación que tenemos todos con el espectáculo, los espacios abiertos y el fútbol: busco mi puerta, la 224, y al subir la grada ahí está: monumental, maravilloso, el Camp Nou se abre ante mis ojos, mi ojos se abren ante él. Sí, estoy aquí. Mi niño interior ya se hizo pis de la emoción. Ubico mi asiento y no demoran en salir al campo ambos equipos, aún en tenida de entrenamiento, para terminar de precalentar. Aprovecho para tomar la foto de circunstancia, esa típica "yo estuve ahí". Otro detalle más, faltan 15 minutos para que comience el partido y las graderías parecen desiertas; el momento de iniciarse el lance, las tribunas se pueblan mágica y ordenadamente.

Y otro detalle más: recuerdo cuando prohibieron que el reloj del Hernando Siles marque la hora, "para que los jugadores no se sientan presionados". Aquí el cronómetro marcha normal y no por ello el fútbol se desluce, todo lo contrario: se nota que los jugadores de ambos equipos tienen presión, otra cosa es que responden a ella con fútbol.

90 segundos de iniciado el partido y un golpe de suerte me permite registrar esta belleza de pared entre Messi y Villa para que Pedro la empuje con el pecho:




32 del 1er. tiempo. Un derribo en el área permite a Messi anotar de penal, alentado por su pueblo:



El tercero, de Iniesta, es en el arco del frente y ya no lo registro. El resumen estrictamente futbolístico lo pueden encontrar aquí o aquí, yo sólo diré:
  • Cantidad de gambetas, amagues y maravillas con la pelota: más de las que pagué por la entrada.
  • Cantidad de "oooooh"s de admiración del público (y míos): bastantes, no conté.
  • Cantidad de aplausos y vítores personalizados: cinco (para Pedro, Messi, Iniesta, Xavi y Valdés)
  • Cantidad de faltas con melodrama-pierde-tiempo: cero.
  • Cantidad de futbolistas de cristal tirados en el piso esperando que entre la camilla: cero.
  • Cantidad de reclamos al árbitro a gritos, casi a cabezazos: cero.
De que hubo faltas, las hubo (de hecho, se lesionó Puyol al medio tiempo y lo reemplazó Piqué, cuya novia ahora al parecer será mi vecina). Pero lo que más hubo fue fútbol, claro y simple, vistoso, ofensivo y de toque, ese que está haciendo que este equipo entre a la historia. Así que me voy contento. Ví al Barça de Guardiola reponerse de la caída contra el Betis, que fue una buena llamada de atención, y dar un espectáculo digno de lo que es: el mejor equipo de fútbol del mundo.

Detalle final para no pasar por alto: son las 22:10 y ya estoy en la acera del túnel del Metro. El partido comenzó a las 20:00, el descanso duró 15 minutos exactos y hubo 3 minutos de adición en total. Es decir, empezó y terminó a la hora que debía y todo el mundo a casa. Si para algo no se necesitan miles de millones de euros, es para ser puntual.





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